jueves, 26 de marzo de 2009

Café con leche

Y en esto que voy andando por la calle de Bravo Murillo, a eso de las doce de la noche. Poca gente. Aprieto el paso. Y de repente se me cruza un africano, alto, enorme, se me pone delante y no me deja pasar; es un tramo de calle estrecho por las obras. Y yo que amago para esquivarle y me vuelve a cerrar el paso. Y entonces él extiende su brazo izquierdo, abre la palma de la mano... Yo me quedo mirando y la choco con la mia: Plash¡. Blanco y negro. Y él, de repente, dice: "¡¿Ves? Café con leche¡", se descojona y sigue calle abajo.

martes, 3 de marzo de 2009

Un año y mucho Prozac




Hoy, he conocido al Óscar, a la Pruden y a la Mari Mar.
El Óscar es un taxista que utiliza cuando hay un cliente el manos libres sin ningún pudor para hablar con la Pruden (su mujer) y la Mari Mar (una amiga a la que se quiere beneficiar).
Asi, en un trayecto de una media hora me he enterado de:
-El Óscar está casado con la Pruden, pero ella vive a 500 kilómetros de distancia y, claro, pues él tiene que tener relaciones sexuales con otras mujeres. Todo ésto lo sabe el psiquiatra del Óscar. El Óscar va al psiquiatra porque a veces le da por pensar en suicidarse o en hacer daño a otras personas. Además de al psiquiatra, el Óscar va al gimnasio todos los días y no se habla con su familia.
-La Pruden está hasta la polla del Óscar y de planchar. Tampoco aguanta que al Óscar el banco no le dé el crédito para comprarse un coche nuevo.
-El Óscar, el otro día, se tiró a una tía que tenía una melenaza en el pubis (asi de fino lo digo yo, él soltó algo así como: "Tenía que sacudirle el mapache... y para no verlo la di la vuelta..."). Todo esto se lo cuenta por teléfono a la Mari Mar, que se descojona.
-El Óscar se quiere beneficiar a la Mari Mar, pero ella pasa de él porque ha salido de un desengaño amoroso que le ha costado "un año y mucho Prozac" y porque no quiere que "el asqueroso" le pegue algo que, a su vez, a él le pueda haber pegado "la del mapache".
-La Mari Mar recibe llamadas anónimas de madrugada y no sabe quién es. La semana que viene tiene una boda para la que se ha comprado un traje precioso. Trabaja en atención al cliente de los taxis.
Y no sigo, pero podría y podría. Qué viaje. Qué gente. Tengo un testigo: Gabriel, el fotógrafo de la imagen de este post, que me acompañó durante medio trayecto. Veníamos de hacer un reportaje de penurias e inmigrantes y a los cinco minutos de sentarme en el taxi se me olvidó todo y me vi inmersa en esta realidad ajena.
Por lo menos, a mitad de sus conversaciones, el Óscar tuvo la deferencia de darse la vuelta y decirme: "Tú estás flipando, ¿no?"