martes, 28 de octubre de 2008

jueves, 23 de octubre de 2008

Los cables, la decadencia y el oso



Este tipo de farolas con ochenta mil cables cruzados son típicas de Bucarest. No me extraña que no funcionase el wi fi... Acabo de regresar de un viaje organizado por el Gobierno rumano para mostrar a los periodistas lo bonito que es el país y que no pensemos que son todo mafias. Como siempre, la organización tirando para un lado y los periodistas para otro: ellos quieren mostrarte lo chulo y tú quieres ver la mierda.

De vez en cuando, en la ciudad se ven ventanas bonitas y mogollón de graffitis hechos con plantillas.





Y escaparates decadentes y el conde Drácula, o Vlad el Empalador...






La gente del Gobierno rumano que nos acompaña marca mucho las erres al hablar, como en las pelis de espías de la Guerra Fría. El escaqueiting de este marcaje se hace difícil, pero se consigue.
Aquí un ejemplo de cómo los viejos edificios de la etapa comunista conviven con lo "mejorcito" del capitalismo.



Y la gente se muere del aburrimiento en los atascos insoportables que hay por toda la ciudad




Todo esto el primer día y regreso al hotel, "el mejor de Rumania", nos dicen, un cinco estrellas. Mítico edificio del siglo pasado y donde en la Segunda Guerra Mundial se reunía la intelligenzia rumana. Eso en la práctica, en la realidad unas habitaciones enormes para morirse del miedo con espejos gigantes dentro de los cuartos, cortinas para esconderse, grifos dorados, camas kilométricas y candelabros. Una foto a medianoche en mi cuarto para probar que aún no me he convertido en vampiro.



Y al día siguiente, dejamos atrás el hormigón para adentrarnos en Los Cárpatos. El viaje en autocar, merece un capítulo aparte. El conductor, como dijo un compañero, parecía como si llevase un carro con un grupo de pollos directo al matadero: piques con camiones; maniobras sospechosas para pasar de los atascos... Bueno, 120 kilómetros en cuatro horas. Pero mereció la pena, para ver el otoño y los bosques, con los compañeros de la tele haciendo los directos. Y este castillo tan chulo. Todo precioso, de flipar, pero poco periodístico, la verdad.






Hay varios carteles que advierten de la presencia de osos en la zona. Pero seguimos andando tan panchos.



Así que, aunque casi la organización nos convence de todo lo maravilloso que es Rumania, unos cuantos decidimos no entrar en el castillo y quedarnos fuera para hablar con los lugareños.



Estuvo guay charlar con la gente. Porque te das cuenta lo que mola viajar por curro, te despejas la cabeza, se te ocurren temas, tienes mucha más concentración porque no tienes las distracciones de la redacción, ni los cotilleos. Estás a tu puta bola. Estás feliz.

viernes, 17 de octubre de 2008

Elogio de la lentitud

Ayer estuve con Reyes, una compañera fotógrafa, haciendo un reportaje sobre menores inmigrantes trasladados desde Canarias a Madrid y que están acogidos por una ONG. Fuimos por la mañana al distrito de Usera, a los talleres donde aprenden electricidad y fontanería y luego nos quedamos un rato con ellos en el parque del barrio. Empezaron a tomar confianza, charlamos un poco, nos preguntaron, se dejaron hacer fotos, hicieron el tonto...
Nos hubiésemos quedado todo el día allí, con ellos, en un banco del parque al sol. Aquí con algunos de los chicos y con Fernando, el presidente de la ONG La Calle. La foto es de Reyes Sedano.



Hasta que corriendo, corriendo, nos tuvimos que ir a Getafe al piso donde viven seis de estos menores. Todos chavales de 16 años con una vida en común y tutelados por sus educadores sociales. De repente, entramos de sopetón en sus vidas, nosotras con las ganas y las prisas de sacar un reportaje en poco tiempo y ellos sin entender, pensando quizás que nos íbamos a quedar en la casa todo el día. Nuestras prisas frente a su tranquilidad. Nos enseñaron su cuarto, el lugar donde rezan el Corán, su terraza con una huerta, pero apenas se dejaron hacer fotos por timidez y vergüenza. Llegó un momento que también decidieron que ya habían contado suficiente de su viaje en cayuco y de lo mal que les ha tratado la vida.
Nosotras, al ver que no podíamos sacar más, decidimos irnos. Y ellos pusieron cara de circunstancia: “¿Es que no os quedáis a comer?”. Habían preparado en la mesa donde almuerzan todos los días dos platos más de arroz con carne, pero ni nos habíamos dado cuenta. Ellos mismos son los que cocinan y hacen las tareas. Y entonces nos calmamos, y comimos con ellos un plato picante con vasos de agua y hablamos de muchas cosas.
Luego me sentí mal. Por las prisas, porque estuvimos a punto de hacerles un feo a su comida, porque un reportaje requiere varios días y nos hubiese gustado a las dos quedarnos allí con los chicos y los educadores, la tarde, la noche, al día siguiente. Por nosotras, encantadas. A ver si llega el día en que algún superior decide que las cosas se pueden hacer con calma.

PD: Próxima parada, Transilvania...

lunes, 13 de octubre de 2008

Cactus



Esta ventana pertenece a la antigua cárcel de Carabanchel, prisión durante el franquismo. Lugar que recomiendo visitar por lo que evoca del pasado y por los graffitis que inundan sus muros. No sé a quién se lo ocurriría dibujar un cactus, o a lo mejor es otra cosa y mis ojos ven un cactus naranja. También pueden ser dos guantes de boxeo y una mano en medio poniendo los cuernos.

sábado, 4 de octubre de 2008

Otoño, cambios



Cambio de hojas...
Hace diez años, en octubre, decidí cruzar el mar y cambiar de país. Estuvo bien, pero al año volví.
Hace un año, también en otoño, cambié de trabajo y dejé atrás muchas cosas. Algunas las echo de menos. A otras no.
Este otoño también mudo. Cambio de coche, cambio de casa.
Dicen que vienen tiempo de crisis y con eso muchos aprovechan para asustarnos. Lo veo a mi alrededor, y no me gusta.