jueves, 23 de octubre de 2008

Los cables, la decadencia y el oso



Este tipo de farolas con ochenta mil cables cruzados son típicas de Bucarest. No me extraña que no funcionase el wi fi... Acabo de regresar de un viaje organizado por el Gobierno rumano para mostrar a los periodistas lo bonito que es el país y que no pensemos que son todo mafias. Como siempre, la organización tirando para un lado y los periodistas para otro: ellos quieren mostrarte lo chulo y tú quieres ver la mierda.

De vez en cuando, en la ciudad se ven ventanas bonitas y mogollón de graffitis hechos con plantillas.





Y escaparates decadentes y el conde Drácula, o Vlad el Empalador...






La gente del Gobierno rumano que nos acompaña marca mucho las erres al hablar, como en las pelis de espías de la Guerra Fría. El escaqueiting de este marcaje se hace difícil, pero se consigue.
Aquí un ejemplo de cómo los viejos edificios de la etapa comunista conviven con lo "mejorcito" del capitalismo.



Y la gente se muere del aburrimiento en los atascos insoportables que hay por toda la ciudad




Todo esto el primer día y regreso al hotel, "el mejor de Rumania", nos dicen, un cinco estrellas. Mítico edificio del siglo pasado y donde en la Segunda Guerra Mundial se reunía la intelligenzia rumana. Eso en la práctica, en la realidad unas habitaciones enormes para morirse del miedo con espejos gigantes dentro de los cuartos, cortinas para esconderse, grifos dorados, camas kilométricas y candelabros. Una foto a medianoche en mi cuarto para probar que aún no me he convertido en vampiro.



Y al día siguiente, dejamos atrás el hormigón para adentrarnos en Los Cárpatos. El viaje en autocar, merece un capítulo aparte. El conductor, como dijo un compañero, parecía como si llevase un carro con un grupo de pollos directo al matadero: piques con camiones; maniobras sospechosas para pasar de los atascos... Bueno, 120 kilómetros en cuatro horas. Pero mereció la pena, para ver el otoño y los bosques, con los compañeros de la tele haciendo los directos. Y este castillo tan chulo. Todo precioso, de flipar, pero poco periodístico, la verdad.






Hay varios carteles que advierten de la presencia de osos en la zona. Pero seguimos andando tan panchos.



Así que, aunque casi la organización nos convence de todo lo maravilloso que es Rumania, unos cuantos decidimos no entrar en el castillo y quedarnos fuera para hablar con los lugareños.



Estuvo guay charlar con la gente. Porque te das cuenta lo que mola viajar por curro, te despejas la cabeza, se te ocurren temas, tienes mucha más concentración porque no tienes las distracciones de la redacción, ni los cotilleos. Estás a tu puta bola. Estás feliz.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran crónica del viaje, Sue :) Lo único que echo en falta es una mención a la jovial costumbre rumana echar 300 lonchas de carne unas encima de otras. Por no hablar de sus cabezas campechanas. Besos

Precarioman dijo...

Lo que cambia la vida de un día a otro. En el metro, le pago la prensa a la kioskera, muchas gracias señora, las que tú tienes majo, me contesta. Ya casi no recordaba lo que era la simpatía no rumana.

Susana dijo...

Cierto Fátima, creo que mi memoria ha preferido olvidar las verduras en vinagre y las horas entre plato y plato¡¡
Carlos, pero si eran super super majos... Esas rumanas guapas con cara de mala ostia...

Vivitaycoleando dijo...

oye que mi sobrino es medio rumano y es mas majo que las pesetas... Y su abuela "bunica", (creo que se dice en rumano) es muy bonica. Yo creo que el Gobierno rumano erre que erre y los periodistas escaquing que escaquing... Yo creo que es como si te enseñan Madrid y tu insites en quedarte en Pitis, o Sevilla y solo ves las 3000 viviendas... cada uno ve lo que quiere.
Y yo quiero ir a rumania!

REYES SEDANO dijo...

esa vampira.... me alegro de que nadie te hincara el diente en la yugular.
levanto la mano para acompañarte en el próximo viaje.
bienvenida...